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Yuriria Sierra

“Como quedó integrado el IFE se garantiza su independencia e imparcialidad…”, fue una de las reacciones generadas la noche del 31 de octubre de 1996. Tras una reunión de doce horas, los entonces dirigentes nacionales del PRI, PAN y PRD acordaron cómo quedaría conformado el nuevo Consejo General del IFE, ya como organismo autónomo. Ese primer acuerdo en una fue con el que se inauguró una nueva era en términos políticos en el país. Después de varios años, el aparato encargado de operar las elecciones estaría en manos ajenas a la Secretaría de Gobernación, el primer escalón abajo después del presidente.

José Barragán, Alonso Lujambio, Juan Molinar Horcasitas, Jaime Cárdenas, Mauricio Merino, Jesús Cantú y Jacqueline Peschard fueron elegidos para integrarse al Consejo General del IFE; para presidirlo, los partidos eligieron a José Woldenberg, y fue precisamente él quien provocó aquella expresión con la que inicia este texto, misma que salió del entonces dirigente nacional de PRD, Andrés Manuel López Obrador, así lo constatan reportes periodísticos de la época. Woldenberg fue cabeza del IFE cuando México comenzó el transitó a la alternancia. En 1997, el entonces Distrito Federal eligió por primera vez con voto ciudadano a quien ocuparía la Jefatura de Gobierno. Cuauhtémoc Cárdenas, candidato del PRD, rompió la monotonía antidemocrática que implicaba la designación que hacía el Ejecutivo para ocupar la oficina en el Palacio del Ayuntamiento. Tres años después, el gran momento de alternancia en el país, cuando la elección del 2000 arrojó como resultado la salida del PRI de Los Pinos, la primera en siete décadas. Vicente Fox, del PAN, se convirtió en presidente de México, el primero que no pertenecía a las filas del tricolor. 

“Los países, y los procesos de democratización en particular, avanzan por necesidad, no por virtud. Aquí, después de la crisis vivida luego de las elecciones de 1988, los partidos opositores, el PRI y el gobierno tuvieron claro que no podía repetirse una elección como ésa (…)  Por la enorme desconfianza que había o hay en los procesos electorales, no podemos designar directamente a los funcionarios. Tenemos que hacer un sorteo: Todos los mexicanos nacidos en abril fueron convocados para tomar un curso porque, eventualmente, podían ser los funcionarios de casilla”, explicó Woldenberg a El País, un par de semanas antes de la elección de ese 4 de julio histórico. Ambos, el de 1997 y 2000, ejemplos rigurosos para entender la necesidad de aquel entorno político del país, el que se vivió a finales del siglo pasado, de hacerse de una institución autónoma para garantizar la operación de las elecciones. La generación de confianza ciudadana en el aparato a cargo de contabilizar sus votos.

El IFE encabezado por Woldenberg fue el responsable de que ese terreno fuera en el que la política nacional y los varios grupos que la forman comenzaran a ocupar cada vez más espacios en la vida pública. El monopolio electoral comenzó a desdibujarse gracias al nacimiento de ese instituto en manos que nada tenían que ver con el Ejecutivo. Gracias a éste, en las últimas dos décadas México ha sido gobernado por tres distintas fuerzas políticas. De eso trata la democracia: sin ella, López Obrador no sería presidente. “La autonomía es una condición necesaria para que muchas instituciones cumplan con su misión; esas misiones son las que le dan sentido a esa autonomía; la única manera de cumplir con esas misiones es siendo autónomas e independientes del poder público y, en ese sentido, atentar contra las autonomías es hacerlo contra un arreglo institucional que beneficia a todos…”, expresó Woldenberg apenas el año pasado, cuando la descalificación constante al hoy INE ya era línea discursiva casi diaria en Palacio Nacional. 

José Woldenberg, académico prestigiado, que siempre ocupó su función con perspectiva ciudadana, que decidió regresar a la academia tras su paso en el instituto, porque así de en serio tomó su papel, está considerado como el único orador tras la marcha en defensa del INE a la que han convocado este domingo organizaciones civiles, activistas y empresarios, misma a la que se han sumado expresidentes y partidos políticos, una movilización que, más allá de la CDMX, tendrá eco en al menos veinte ciudades más del país. Valdrá la pena escuchar a quien encabezó ese primer instituto, el que se ha fortalecido al paso de los años, el que ha permitido la integración política y del que López Obrador parece ya no acordarse.

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