El Príncipe (o El Principito)

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Ricardo-Pascoe

Ricardo Pascoe Pierce

En el filo

Maquiavelo utiliza como metáforas para ilustrar la conducta de un gobernante dos animales en su libro El Príncipe (1513). Habla del león como estado de fuerza y del zorro como expresión de astucia e inteligencia. El análisis de Maquiavelo en su libro recurre a estos ejemplos para hablar de las características que debería poseer un gobernante para tener éxito en su afán por gobernar a su reino con apoyo de su pueblo. La fuerza del león es para dirigir a su pueblo con mano firme y para enfrentar a enemigos externos sin miramientos. En cambio, el zorro es la astucia que requiere el gobernante para ser capaz de atraer los sentimientos de su pueblo como fuente de solidez de su gobierno, y lograr, hasta donde sea posible, que pesen más los amores que los odios para ser apreciado por su pueblo.

El interés de Maquiavelo era explicar las acciones, los modos y los métodos que un príncipe debe adoptar para tener éxito en su gestión como gobernante, y sobre cómo prolongar su reinado en el tiempo. Habla sobre cómo construir el consenso en su reino, para gozar del reconocimiento de los diversos estamentos de la sociedad, manteniendo el equilibrio entre economía y paz.

A diferencia de MaquiaveloAntoine de Saint-Exupéry, autor del libro El Principito (1943), encuentra en un zorro, una víbora boa y un elefante las metáforas de animales que reverberan en su época para describir otra búsqueda de un poderoso que viaja entre personalidades del mundo para encontrar la sabiduría y la mejor forma de vivir. El Principito (¿el título del libro es acaso una ironía de Saint-Exupéry para con Maquiavelo?) representa otra manera de buscar la gobernanza para la humanidad. El personaje principal, un príncipe proveniente de un asteroide, se encuentra con un piloto aviador en el Sahara y entablan un diálogo sobre la naturaleza de los seres humanos. En su viaje por el universo, el príncipe se ha topado con reyes, vanidosos, bebedores, hombres de negocios, geógrafos, entre otros. Todos lo han decepcionado, incluyendo los árboles baobabs que amenazan con destruir el planeta del cual es originario el principito.

El zorro representa la agudeza de mirada sobre cómo amar y cómo vivir con lucidez, mientras la víbora y el elefante delatan el ojo confundido de los humanos que no miran con inteligencia, sino con pereza, conflicto y confusión hacia el mundo que los rodea, que era el mundo de la Segunda Guerra Mundial.

  • Entre Maquiavelo y Saint-Exupéry existe un hilo conductor, a pesar de que aquél era asesor de príncipes y éste un novelista y aviador, sin aspiraciones políticas. Dialogan, ambos, con sus respectivos príncipes sobre el orden deseable entre las personas y sociedades, la gobernanza, el amor, la traición, la bajeza humana y, también, su capacidad de realizar actos sublimes y enaltecedores. No son miradas románticas, sino agudas, críticas, desprovistas de sentimentalismo. Tan es así, que el principito muere al final de la novela de Saint-Exupéry, a pesar de los ruegos de sus editores de que no terminara así el libro.    

De estos textos tenemos mucho que aprender en México. Sus enseñanzas son absolutamente actuales y pertinentes, a pesar de haber sido escritos en 1513 y 1943. Así de viejos y actuales son nuestros problemas como nación.

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