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El legado del Papa Francisco será el de un pontífice que buscó reformar una Iglesia en crisis, con una mirada austera, progresista y que luchó contra los abusos cometidos por miembros de su curia. | Eduardo Zerón García

El Papa Francisco, hace unos días, oficiaba su servicio y parecía que todo regresaba a la normalidad. Incluso recibió al vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, pero esa misma noche falleció. Así terminó la historia de un pontífice que buscó la austeridad durante su mandato y que, como algunos de sus predecesores, impulsó el diálogo interreligioso y luchó férreamente contra los abusos cometidos por miembros de su curia.

Bergoglio fue un papa liberal que abogó por los derechos de los más desprotegidos y de aquellas minorías que, históricamente, han sido clausuradas y marginadas. Causó cismas y el enojo de sectores conservadores, pero persistió, incluso bendiciendo a parejas del mismo sexo. Se acercó a los problemas de nuestra época y a los vacíos que duelen a la juventud. Es decir, acercó a la Iglesia a las causas.

No se puede entender el pontificado de Francisco sin el de Benedicto XVI. La Iglesia es también una institución política, diplomática, y guarda intereses de toda índole. Benedicto, como un gran estratega y hombre de mano dura, reconoció con claridad la crisis de abusos y tomó medidas contundentes: expulsó a casi 400 sacerdotes en solo dos años (2011 y 2012), y presionó fuertemente mediante visitas discretas de emisarios que, con investigación en mano, motivaron la renuncia de obispos y clérigos. Casos como el de Franz-Peter Tebartz-van Elst, apodado “el obispo del retrete de oro” en Alemania; Keith O’Brien en Escocia, o el cardenal Bernard Law en Boston, ejemplifican esta presión.

Benedicto logró designar a 90 cardenales de los 117 que votaron en el cónclave de 2013. Si bien no existe evidencia de que planeara su renuncia para influir directamente en la elección de Francisco, ni de que esas designaciones generaran un bloque homogéneo, el liderazgo de Benedicto era innegable, así como su cercanía con Bergoglio, quien además  dentro del Colegio Cardenalicio tenía un respaldo significativo que simpatizaba por su austeridad genuina y el liderazgo que ejercía en América Latina, algo que necesitaba urgentemente el clero ante los escándalos que precedieron al cónclave.

Benedicto hombre brillante y muy cercano de Juan Pablo II dio un apoyo decisivo para Lech Walesa en Polonia y operador discretísimo de la Iglesia en la caída del Muro de Berlín entendía la necesidad de destrabar una estructura paralizada por luchas internas y escándalos financieros como Vatileaks, teólogos como Massimo Faggioli y Marco Politi sugieren que su renuncia buscaba acelerar la reforma de la Iglesia con un perfil más reformador, algo que él ya no tenía fuerza para encabezar.

Francisco fue contundente desde su llegada. Si Benedicto presionó a los abusivos, el que los castigó fue Francisco. Inició una investigación interna en el Banco Vaticano que derivó en el cierre de más de 4,000 cuentas sospechosas de lavado de dinero. Posteriormente, consolidó la gestión de todos los activos financieros de la Santa Sede, fortaleciendo su control sobre las finanzas. Sustituyó a casi todo el consejo de administración y nombró una Comisión Pontificia Referente para auditar y supervisar internamente.

Ettore Gotti Tedeschi, quien presidía el banco y buscó aplicar reformas profundas, fue destituido tras enfrentarse con fuertes resistencias. Cercano a figuras como Angelo Sodano y el cardenal Tarcisio Bertone, Gotti representaba una corriente tecnócrata dentro del VaticanoFrancisco lo reemplazó por Jean-Baptiste de Franssu, quien ocupa el cargo desde 2014. Entendía que las condiciones que privaban en la iglesia eran inaceptables, como hombre de política supo ejercer su poder y lo ejerció para el bien de su institución 

Francisco fue el papa que la Iglesia necesitaba en medio de un mundo convulso y de una institución marcada por el descrédito y la parálisis. Hoy, más que nunca, se requiere una voz firme, un mensaje claro y una brújula moral que no titubee. Sin embargo, está por verse si, como ha ocurrido en otros ámbitos, también la Iglesia será alcanzada en su próximo cónclave por ideas regresivas y tradicionalistas que podrían aislarla del mundo contemporáneo y reducir su relevancia política ante los desafíos del presente.

Moneda en el aire: Muchos nombres se escucharán en el cónclave para designar al próximo papa. Matteo Maria Zuppi, cercano a Francisco; Pietro Parolin, figura de la realpolitik vaticana; y Pierbattista Pizzaballa, con un enfoque más rígido, podrían ser algunos de los más mencionados. Su elección también podría marcar el retorno de un pontífice italiano; sin embargo, tampoco hay que perder de vista al Cardenal Raymond Leo Burk o Robert Sarah que podrían representar las posiciones más conservadoras en este cónclave.

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