Twin Towers attacked September 11 2001

Carlos M. Orozco Santillán*

El antes y después del 19 de septiembre de 1985 se ha escrito a partir de una nueva cultura para la prevención de desastres en las principales ciudades de nuestro país, aunque en Guadalajara acentuado por las explosiones de aquel fatídico 22 de abril de 1992.

La corrupción que se desenmascaró en ambos casos exhibió la proclividad de la obra pública y privada como el campo ideal para una corrupción no siempre soterrada. El caso de la vía exprés de Cuernavaca representa la iconografía de ese trágico factor de la más rentable de las corruptelas de México.

¿Por qué no se les pregunta a los gremios de la construcción sobre el tema de los famosos moches y sus consecuencias, en lugar de temas estrictamente técnicos?, probablemente porque “perro no come perro”, y muy difícilmente un experto y empresario en la construcción y los concursos públicos, van a evidenciar las razones ilegales, muchas veces, de su propio confort económico. Extrañamente encontraremos un empresario de la construcción exitoso denunciando su participación en la cadena de corrupción en la obra pública o privada. El descubrimiento de los pésimos sistemas constructivos y materiales empleados en muchos de los edificios colapsados en aquel 1985 han sido ampliamente documentados, así como la impune participación de PEMEX y sus funcionarios en Guadalajara en los eventos de aquel trágico 22 de abril de 1992.

No obstante, la memoria colectiva se hace cada vez más amplia y longeva por el natural envejecimiento de la población. Y, por lo tanto, los sobrevivientes de esos penosos segmentos de la historia y nuestras ciudades siguen y seguirán viviendo entre nosotros por un buen tiempo con una visión profundamente crítica sobre la responsabilidad del Estado Mexicano.

Los más de 100 mil muertos e incontables desaparecidos de aquel oscuro 19 de septiembre de 1985 sucedió en las zonas más pobladas y populares del centro de nuestro país, y el pasado 7 se dio en los municipios más pobres de Guerrero y Oaxaca, con una serie de réplicas, diferenciadas por 32 años, que pueden ser muchos pero dejan profundas marcas en una sola generación de mexicanos. Eso nos permite asegurar que pasará mucho tiempo para dejar de reconocer lo negro de los septiembres que hemos vivido.

*Presidente del Colegio de Arquitectos y Urbanistas del estado de  Jalisco.

carlosm_orozco@hotmail.com

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