Una decisión difícil

Police officer is aiming to the criminal
Leticia Gómez, oficial de la policía, estaba cansada hasta el agotamiento, eran las once cuarenta y cinco de la noche, cuando descendió de la patrulla que la condujo hasta su domicilio, había comenzado su jornada a las siete de la mañana de ese día y hasta esas horas terminaba.
No era nada raro que trabajara más de las doce horas reglamentarias, por lo general debía laborar de dieciséis a dieciocho horas por turno, y sin quejarse, aquello era parte del trabajo.
Ese día, había tenido un turno bastante intenso, detenciones, persecuciones, tanto a pie como en la patrulla, así que, para ese momento, sentía todo su cuerpo molido, necesitaba un buen baño y luego dormir como si no hubiera un mañana.
Había bajado de la patrulla y después de despedirse de su compañero, caminó hasta la puerta de su casa y recordó que no tenía leche para que desayunaran sus hijos al día siguiente, así que aún con el dolor en los pies que sentía por el cansancio, decidió ir a comprarla.
Iba vestida con su uniforme reglamentario, caminó las cinco calles que separaban su casa de aquella tienda de abarrotes que laboraba las veinticuatro horas, estaba por llegar a su destino, y cruzaba un callejón, cuando escuchó un fuerte gemido de dolor, se detuvo y con la mirada atenta y sus sentidos alertas, buscó por los alrededores.
De pronto, vio una silueta que se encontraba sobre otra, dentro de aquel oscuro y tétrico callejón, ambas siluetas forcejeaban y luchaban, así que no lo dudó un solo instante y gritó:
—¡Policía! ¡Deténgase!
La silueta que parecía dominar la situación, volteó hacia ella, se levantó y comenzó a correr, Leticia, no se detuvo y corrió hasta la silueta que había quedado en el piso, al llegar a ella, vio que se trataba de una muchacha, casi una niña como de doce años, tenía la ropa desgarrada, estaba muy golpeada del rostro y su ropa interior hecha girones.
Era obvio que la estaban violando, así que sin detenerse, corrió tras el agresor, tenía que detenerlo, esa muchacha merecía justicia y ese desgraciado violador, no se iba a salir con la suya.

Corrió por el callejón y muy pronto vio la espalda del agresor, así que apresuró su carrera al tiempo que le gritaba que se detuviera y se identificaba como policía.
El agresor detuvo su carrera y de manera intempestiva, sacó algo de entre sus ropas, Leticia también detuvo su carrera y sintió que la adrenalina le recorría el cuerpo de pies a cabeza.
No podía estar segura de lo que ese infeliz empuñaba, lo mismo podía ser un arma que un teléfono celular, o un cuchillo, el momento era tenso, ella avanzaba caminando, sin dejar de verlo, tenía que hacer algo para detenerlo.
—Deje lo que tenga en la mano y póngase de rodillas con las manos en la cabeza —le gritó para que el delincuente supiera que hablaba en serio.
Contra lo que ella esperaba, de pronto se escuchó un potente disparo, el estallido del arma iluminó por un segundo el oscuro lugar y Leticia, casi sintió y escuchó el zumbido de la bala que pasaba a pocos centímetros de su cabeza.
No se arredró, siguió avanzando y un nuevo balazo estalló tratando de detenerla, de dañarla lo más que se pudiera, estaba más que claro que aquel infeliz no se iba a rendir.
En milésimas de segundo, Leticia, tenía que tomar una decisión o disparaba para salvar su vida, o iba a resultar herida, tal vez de gravedad.
De antemano ella sabía lo que significaría jalar el gatillo, estaba entrenada y convencida de que ella si haría blanco en aquel infame y cobarde agresor, que seguramente al escuchar que era mujer, pensaba que la sometería.
Dispararle representaba una serie de problemas en la corporación, no sólo la llevarían a asuntos internos, sino que además la suspenderían de sus actividades mientras durara la investigación.
De antemano sabia que la corporación no apoyaba a los policías como debería de ser, por el contrario, los uniformados eran culpables aún cuando todo estuviera a su favor.
Ya no lo pensó más, sabía que ese infeliz iba a volver a jalar el gatillo y seguramente ahora si haría blanco, así que, sujetando su arma con las dos manos, apuntó al bulto de la sombra que tenía frente a sí y sin titubeo alguno, jaló el gatillo.
El agresor, que no esperaba aquella reacción, recibió un impacto en el pecho que lo botó hacia atrás de manera aparatosa, cuando tocó el piso, ya estaba muerto.
Cuando Leticia, caminó hasta él, sin dejar de apuntarle con su arma, al verlo, lo supo, con su pie hizo a un lado la pistola del violador y agachándose junto al cuerpo, le revisó los signos vitales.
Al comprobar que estaba muerto, tomó su celular y reportó el incidente, mientras caminaba de regreso al lado de la muchacha que había sido ultrajada y golpeada de aquella manera tan cruel y despiadada, se acercó a ella y cubriéndola con su chamarra, la revisó.
La casi niña, estaba llorando y pedía a su madre, Leticia, la confortó y le pidió que no se moviera, que esperara a la ambulancia, que ya todo iba a estar bien.
Verla de aquella manera, la estremeció, ya no le importaba lo que viniera, ella también era madre de una muchacha como aquella, dejar libres o con vida a animales como ese que acababa de liquidar, era el peor crimen que se podía cometer por las leyes.
Minutos más tarde, todo el callejón era un constante movimiento, sus compañeros patrulleros, llegaron de inmediato para prestar apoyo, la ambulancia recogió a la muchachita que tenía lesiones graves y se la llevó a recibir atención médica.

Leticia, tuvo que presentarse a rendir su declaración y un informe oficial a sus superiores, tal y como lo había pensado, fue suspendida de sus labores mientras se investigaba.
Fue casi una semana después, cuando fue llamada a la oficina de su superior y le dieron la noticia, quedaba absuelta de toda responsabilidad, para sorpresa de la misma Leticia, las cámaras del C-5 en esa zona, trabajaban bien y en ellas se podía ver la persecución y de manera clara y precisa, el momento en que el violador, ya que las pruebas periciales establecieron su culpabilidad, se daba la vuelta y disparaba contra ella en dos ocasiones, por lo que no tuvo otra alternativa que responder a la agresión con arma de fuego de la que fue objeto.
Mientras Leticia, se reincorporaba a sus labores, no dejaba de pensar, “¿y si ese infeliz hubiera disparado?” “¿Qué habría pasado si ella hubiera disparado justo en el momento en que lo vio sacar algo de entre sus ropas?”
No encontró respuestas, simplemente supo que, trabajar como policía, era tener todo en contra y aún así, tenía que cumplir con su deber.
¿Y tú… qué piensas de las mujeres policías que protegen a la sociedad?