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Por: Ricardo Pascoe Pierce

En el proceso electoral de 2024 en México se expresaron dos fenómenos sociales que nunca se habían visto, y mucho menos con los niveles de organización que alcanzaron. Ambas expresiones de la sociedad mexicana entraron en contradicción, pero dicen mucho acerca del papel de la política, la economía y las elecciones en el futuro próximo de México. Sus contradicciones se centran en visiones radicalmente diferentes acerca del futuro que se proyecta para el país.

La primera expresión, que mencionaré brevemente aquí, porque lo analizaré en otra columna, se refiere al voto masivo a favor de Morena por parte del bloque social de los beneficiarios de los programas sociales. Según las encuestas de salida, votó alrededor de 70% de los beneficiarios a favor del partido oficial. Todos los análisis indican que fue decisivo para la captura de ese apoyo la entrega de 12 mil pesos en enero, previo a las elecciones. El hecho de poder capturar millones de votos con dinero fiscal habla no sólo del estado de ánimo de un segmento importante de la población, sino también del futuro de los presupuestos públicos, dado que el nuevo gobierno prometió ampliar y engrandecer esos mismos apoyos para retener su bolsa de votos.

La segunda expresión social fue la Marea Rosa. Ante la convocatoria de un puñado de organizaciones ciudadanas se movilizaron grandes contingentes de ciudadanos en las 32 entidades del país. En un primer momento, las movilizaciones tuvieron el apoyo de las clases medias mayoritariamente. Sin embargo, con el tiempo, éstas se volvieron pluriclasistas, además, con una representación del campo y la ciudad.

Lo importante es que todas las convocatorias giraban en torno a causas y demandas netamente políticas. La primera gran manifestación de la Marea Rosa se realizó para defender al INE y su independencia frente al gobierno y a los partidos políticos. En la medida en que el debate político se encendía por acciones del Presidente de la República, sus ataques a la autonomía y la independencia de la SCJN crecieron agresivamente. La segunda convocatoria de la Marea Rosa fue para defender la institucionalidad e independencia de la Corte. El número de asistentes a la segunda movilización creció notoriamente.

La tercera convocatoria, pensada como la última antes de los comicios, se realizó en defensa de la libertad del voto, habida cuenta la cantidad de relatos circulando sobre las presiones oficialistas a los electores, especialmente a los beneficiarios de los programas sociales.

Pero, dadas las circunstancias de polarización electoral, especialmente por el intervencionismo ilegal del Presidente de la República en el proceso, se convocó a otra movilización días antes de la votación, y que fue la más política, porque el movimiento se decantó a favor de la candidatura de Xóchitl Gálvez.

Con los resultados en la mano, la Marea Rosa y sus diversas organizaciones integrantes evalúan qué pasos siguen, bajo la idea de no perder lo logrado en términos de una expresión ciudadana realmente independiente y lejos del control gubernamental.

¿Formar un partido o seguir como agrupaciones ciudadanas sin programa político? Ésa es la pregunta que todos se hacen. Varias organizaciones ciudadanas dudan de la idea de un partido político bajo la óptica de no querer quedar atrapados de nuevo en las intencionalidades de operadores políticos. La desconfianza hacia los partidos políticos sostiene esta perspectiva y el espectáculo que ofrecen PRI, PAN y PRD no los desmiente. Al contrario.

Pero, al mismo tiempo, si los agrupamientos ciudadanos van a articularse políticamente, necesitarán algún vehículo político para expresarse electoralmente. El sistema político mexicano es de partidos, a pesar de sus deformidades. Las autoridades electas surgen a partir de elecciones con candidatos nombrados por los partidos políticos.

Hasta ahora, sólo el Frente Cívico Nacional ha expresado públicamente su intención de crear un partido de centro, capaz de capturar a derechas, izquierdas y el centro. Y de sostener las causas democráticas, constitucionales y libertarias, en vez de enarbolar una plataforma ideológica excluyente.

Lo propio sería que todas las agrupaciones ciudadanas de la Marea Rosa convocaran a un gran diálogo nacional para convenir en una mirada estratégica común, donde, independientemente del camino que escogiera cada una (partido u autonomía organizativa), pudieran seguir su colaboración bajo el gran paraguas que ha sido, y debe seguir siendo, la Marea Rosa.

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